cueva, que á no tirarle fuertemente las riendas fuera imposible no caer en ella. En fin le detuvo, y no cayó, y llegándose algo más cerca, sin apearse miró aquella hondura, y estándola mirando oyó grandes voces dentro, y escuchando atentamente pudo percebir y entender que el que las daba decía :
— Ah de arriba! ¿hay algún cristiano que no me escuche? ¿ó algún caballero caritativo que se duela de un pecador enterrado en vida, de un desdichado desgobernado gobernador?
Parecióle á don Quijote que oía la voz de Sancho Panza, de que quedó suspenso y asomorado, y 16vantando la voz todo lo que pudo, dijo:
—¿Quién está allá abajo? ¿Quién se queja?
—¿Quién puede estar aquí, ó quién se ha de quejar, respondieron, sino el asendereado de Sancho Panza, gobernador por sus pecados, y por su mala andanza, de la insula Barataria, escudero que fué del famoso caballero don Quijote de la Mancha?
Oyendo lo cual don Quijote se le dobló la admiración, y se le acrecentó el pasmo viniéndosele en el pensamiento que Sancho Panza debía de ser muerto, y que estaba allí penando su alma; y llevado desta imaginación, dijo:
—Conjúrote por todo aquello que puedo conjurarte como católico cristiano, que me digas quién eres; y si eres alma en pena, dime qué quieres que haga por tí, que pues es mi profesión favorecer y acorrer á los necesitados deste mundo, también lo será para acorrer y ayudar á los menesterosos del otro mundo que no pueden ayudarse por piossí pro—Desa manera, respondieron, vuesa merced que me habla debe de ser mi señor don Quijote de la