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que se ausente de la parte donde ha gobernado, dar primero residencia: déla vuesa merced de los diez días que ha que tiene el gobierno, y váyase á la paz de Dios.

—Nadie me la puede pedir, respondió Sancho, sino es quien ordenara el duque mi señor: yo voy á verme con él, y á él se la daré de molde:

cuanto más que saliendo yo desnudo, como salgo, no es menester otra señal para dar á entender que he gobernado como un ángel.

—Par Dios que tiene razón el gran Sancho, dijo el doctor Recio, y que soy de parecer que le dejemos ir, porque el duque ha de gustar infinito de verle.

Todos vinieron en ello, y le dejaron ir, ofreciéndole primero compañía, y todo aquello que quisiese para el regalo de su persona y para la comodidad de su viaje. Sancho dijo que no quería más de un poco de cebada para el rucio y medio queso y medio pan para él, que pues el camino era tan corto, no había menester mayor ni mejor repostería. Abrazá ronle todos, y él llorando abrazó á todos, y los dejó admirados, así de sus razones como de su deterininación tan resoluta y tan discreta.