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que venían á pedir justicia á su casa; y así les dieron cuarto á parte, y las sirvieron como á forasteras, no sin espanto de las demás criadas, que no sabían en qué había de parar la sandez y desenvoltura de doña Rodríguez y de su mal andante hija. Estando esto, para acabar de regocijar la fiesta y dar buen fin á la comida, veis aquí donde entró por la sala el paje que llevó las cartas y presentes á Teresa Panza, mujer del gobernador Sancho Panza, de cuya llegada recibieron gran contento los duques, deseosos de saber lo que le había sucedido en su viaje: y preguntándoselo, respondió el paje que no lo podía decir tan en público ni con breves palabras, que sus excelencias fuesen servidos de dejarlo para á solas, y que entre tanto se entretuviesen con aquellas cartas: y sacando dos cartas las puso en manos de la duquesa: la una decía en el sobre escrito: «Carta para mi señora la duquesa tal, de no sé donde;» y la otra: «A mi marido Sancho Panza, gobernador de la insula Barataria, que Dios prospere más años que á mí.»> No se le cocía el pan, como suele decirse, á la duquesa hasta leer su carta; y abriéndola, y leído para sí y viendo que la podía leer en voz alta para que el duque y los circunstantes la oyesen, leyó desta manera:

Carta de Teresa Panza á la duquesa.

«Mucho contento me dió, señora mía, la carta »que vuesa grandeza me escribió, que en verdad »que la tenía bien deseada. La sarta de corales es »muy buena, y el vestido de caza de mi marido no »le va en zaga. De que V. S. haya hecho gober»nador á Sancho mi consorte, ha recebido muchc