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243 deshonra el mirar á una labradora; y veis aquí donde esta buena señora con ser duquesa me llama amiga, y me trata como si fuera su igual, que igual la vea yo con el más alto campanario que hay en la Mancha; y en lo que toca á las bellotas, señor mío, yo le enviaré á su señoría un celemín, que por gordas las pueden venir á ver á la mira y á la maravilla; y por ahora, Sanchica, atiende á que se regale este señor; pon en orden este caballo, y saca de la caballeriza güevos, y corta tocino adunia, y démosle de comer como á un príncipe, que las buenas nuevas que nos ha traído, y la buena cara que él tiene lo merece todo, y en tanto saldré yo á dar á mis vecinas las nuevas de nuestro contento, y al padre cura y á maese Nicolás el barbero, que tan amigos son y han sido de tu padre.

—Sí haré, madre, respondió Sanchica; pero mire que me ha de dar la mitad de esa sarta, que no tengo yo por tan boba á mi señora la duquesa que se la había de enviar á ella todo.

—Todo es para tí, hija, respondió Teresa; pero déjamela traer algunos días al cuello, que verdaderamente parece que me alegra el corazón.

—También se alegrarán, dijo el paje, cuando vean el lío que viene en este portamanteo, que es un vestido de paño finísimo, que el gobernador sólo un día llevó á caza, el cual todo lo envía para la señora Sanchica.

—Que me viva él mil años, respondió Sanchica, y el que lo trae ni más ni menos, y aun dos mil si fuere necesidad.

Salióse en esto Teresa fuera de la casa con las cartas y con la sarta al cuello, y iba tañendo en las cartas como si fuera en un pandero, y encontrán-