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Dime, demonio, dijo Sancho ¿tienes algún ángel que te saque, y que te quite los grillos que te pienso mandar echar?

— —Ahora, señor gobernador, respondió el mozo con un buen donaire, estemos á razón y vengamos al punto. Presuponga vuesa merced que me manda llevar á la cárcel, y que en ella me echan grillos y cadenas y que me meten en un calabozo, y se le ponen al alcalde graves penas si me deja salir, y que él lo cumple como se le manda; con todo esto, si yo no quiero dormir y estarme despierto toda la noche sin pegar pestaña, ¿será vuesa merced bastante con todo su poder para hacerme dormir, si yo no quiero?

—No por cierto, dijo el secretario, y el hombre ha salido con su intención.

—De modo, dijo Sancho, ¿qué no dejaréis de dormir por otra cosa que por vuestra voluntad, y no por contravenir á la mía?

—No señor, dijo el mozo, ni por pienso.

—Pues andad con Dios, dijo Sancho, idos á dormir á vuestra casa, y Dios os dé buen sueño, que yo no quiero quitárosle; pero aconséjoos que de aquí adelante no os burléis con la justicia, porque toparéis con alguna que os dé con la burla en los cascos.

Fuése el mozo, y el gobernador prosiguió con su ronda, y de allí á poco vieron dos corchetes, que traían á un hombre asido, y dijeron :

—Señor gobernador, este que parece hombre no lo es, sino mujer, y no fea, que viene vestida en hábito de hombre.

Llegáronle á los ojos dos ó tres linternas, á cuyas luces descubrieron el rostro de una mujer al parecer de 16 ó pocos más años, recogidos los