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vas en el mundo; las burlas se vuelven en veras, y los burladores se hallan burlados.

Llegó la noche, y cenó el gobernador con licencia del señor doctor Recio. Aderezándose de ronda, salió con el mayordomo, secretario y maestresala, y el coronista que tenía cuidado de poner en memoria sus hechos, y alguaciles y escribanos, tantos que podía formar un mediano escuadrón. Iba Sancho en medio con su vara, que no había más que ver, y pocas calles andadas del lugar, sintieron ruido de cuchilladas: acudieron allá, y hallaron que eran dos solos hombres los que reñían, los cuales viendo venir á la justicia se estuvieron quedos, y el uno dellos dijo:

—Aquí de Dios y del rey; cómo ¿y qué se ha de sufrir que roben en poblado en este pueblo y que salgan á saltear en él en mitad de las calles?

— —Sosegaos, hombre de bien, dijo Sancho, y contadme qué es la causa desta pendencia, que yo soy el gobernador.

El otro contrario dijo:

—Señor gobernador, yo la diré con toda brevedad: vuesa merced sabrá que este gentilhombre acaba de ganar ahora en esta casa de juego, que está aquí frontera, más de mil reales, y sabe Dios cómo; y hallándome yo presente juzgué más de una suerte dudosa en su favor contra todo aquello que me dictaba la conciencia: alzóse con la ganancia; y cuando esperaba que me había de dar algún escudo por lo menos de barato, como es uso y costumbre darle á los hombres principales como yo, que estamos asistentes para bien y mal pasar, y para apoyar sinrazones y evitar pendencias, él embolsó su dinero, y se salió de la casa :' yo vine despechado tras él, y con buenas y corte-