Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/229

Esta página no ha sido corregida
— 225 —

aforismos de Hipócrates. Con esto quedó contento el gobernador, y esperaba con gran ansia llegase la noche y la hora de cenar; y aunque el tiempo, al parecer suyo, se estaba quedo sin moverse de un lugar, todavía se llegó, por él tanto deseado, donde le dieron de cenar un salpicón de vaca con cebolla, y unas manos cocidas de ternera, algo entrada en días. Entregóse en todo con más gusto que si le hubieran dado francolines de Milán, faisanes de Roma, ternera de Sorrento, perdices de Morón, ó gansos de Lavajos; y entre la cena, volviéndose al doctor, le dijo:

—Mirad, señor doctor, de aquí adelante no os curéis de darme á comer cosas regaladas ni manjares exquisitos, porque será sacar á mi estómago de sus quicios, el cual está acostumbrado á cabra, á vaca, á tocino, á cecina, á nabos y á cebollas, y si acaso le dan otros manjares de palacio los recibe con melindre, y algunas veces con asco; lo que el maestresala puede hacer es traerme estas que llaman ollas podridas, que mientras más podridas son, mejor huelen, y en ellas puede embaular y encerrar todo lo que él quisiere, como sea de comer, que yo se lo agradeceré, y se lo pagaré algún día; y no se burle nadie conmigo, porque, ó somos ó no somos: vivamos todos y comamos en buena paz y compaña, pues cuando Dios amanece, para todos amanece; yo gobernaré esta ínsula sin perdonar derecho ni llevar cohecho; y todo el mundo traiga el ojo alerta, y mire por el virote, porque les hago saber que el diablo está en Cantillana, y que si me dan ocasión han de ver maravillas: no sino haceos miel, y comeros han moscas.

DON QUIJOTE .—15 TOMO II

VOL . 317