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Iro traía cubierto el ojo izquierdo y casi medio carrillo con un parche de tafetán verde, señal que todo aquel lado debía de estar enfermo; y el ventero prosiguió diciendo: Sea bien venido vuesa merced, señor maese Pedro: ¿adónde está el mono y el retablo que no los veo?

—Ya llegan cerca, respondió el todo camuza, sino que yo me he adelantado á saber si hay posada.

—Al mismo duque de Alba se la quitara para dársela al señor maese Pedro, respondió el ventero: llegue el mono y el retablo, que gente hay esta noche en la venta que pagará el verle y las habilidades del mono.

—Sea en buen hora, respondió el del parche, que yo moderaré el precio, y con sola la costa me daré por bien pagado, y yo vuelvo á hacer que camine la carreta donde viene el mono y el retablo; y luego se volvió á salir de la venta.

Preguntó luego don Quijote al ventero qué maese Pedro era aquel, y qué retablo y qué mono traía.

A lo que respondió el ventero:

—Este es un famoso titerero, que ha muchos días que anda por esta Mancha de Aragón enseñando un retablo de la libertad de Melisendra, dada por el famoso don Gaiferos, que es una de las mejores y más bien representadas historias que de muchos años á esta parte en este Reino se han visto; trae asimismo consigo un mono de la más rara habilidad que se vió entre monos, ni se imaginó entre hombres; porque si le preguntan algo, está atento á lo que le preguntan, y luego salta sobre los hombros de su amo, y llegándose al oído le dice la respuesta de lo que le preguntan, y maese Pedro la declara luego, y de las cosas pasadas dice