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y quizá vamos tomando punta y subiendo en alto para dejarnos caer de una sobre el reino de Candaya, como hace el sacre ó neblí sobre la garza para cogerla por más que se remonte, y aunque nos parece que no ha media hora que nos partimos del jardín, créeme que debemos de haber hecho gran camino.

—No sé lo que es, respondió Sancho Panza, sólo sé decir que si la señora Magallanes ó Magalona se contentó destas ancas, que no debía de ser muy tierna de carnes.

Todas estas pláticas de los dos valientes ofan el duque y la duquesa y los del jardín, de que recibían estraordinario contento; y queriendo dar remate á la extraña y bien fabricada aventura; por la cola de Clavileño le pegaron fuego con unas estopas, y al punto, por estar el caballo lleno de cohetes tronadores, voló por los aires con extraordinario ruído, y dió con don Quijote y con Sancho Panza en el suelo medio chamuscados.

En este tiempo ya se habían desparecido del jardín todo el barbado escuadrón de las dueñas, y la Trifaldi y todo; y los del jardín quedaron como desmayados tendidos por el suelo. Don quijote y Sancho se levantaron maltrechos, y mirando á todas partes quedaron atónitos de verse en el mesmo jardín de donde habían partido, y de ver tendido por tierra tanto número de gente; y creció más su admiración cuando á un lado del jardín vieron hincada una gran lanza en el suelo, y pendiente della y de dos cordones de seda verde un pergamino liso y blanco, en el cual con grandes letras de oro estaba escrito lo siguiente:

«El inclito caballero don Quijote de la Mancha »>feneció y acabó la aventura de la Condesa Tri-