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y asiéndole ambas manos le dijo: Ya ves, Sancho hermano, el largo viaje que nos espera, y que sabe Dios cuando volveremos dél, ni la comodidad y espacio que nos darán los negocios; y así querría que ahora te retirases en tu aposento, como que vas á buscar alguna cosa necesaria para el camino, y en una daca las pajas te dieses buena cuenta de los tres mil y trescientos azotes á que estás obligado, siquiera quinientos, que dados te los tendrás, que el comenzar las cosas es tenerlas medio acabadas.

—Por Dios, dijo Sancho, que vuesa merced debe de ser menguado: esto es como aquello que dicen, en priesa me ves y doncellez me demandas ¿Ahora que tengo de ir sentado en una tabla rasa, quiere vuesa merced que me lastime las posas? En verdad, en verdad que no tiene vuesa merced razón: vamos ahora á rapar estas dueñas, que á la vuelta yo le prometo á vuesa merced, como quien soy, de darme tanta priesa de salirme de mi obligación, que vuesa merced se contente, y no lo diga más.

Y don Quijote respondió:

—Pues con esa promesa, buen Sancho, voy consolado, y creo que la cumplirás, porque en efecto, aunque tonto, eres hombre verídico.

—No soy verde, sino moreno, dijo Sancho; pero aunque fuera de mezcla, cumpliera mi palabra.

Y con esto se volvieron á subir en Clavileño, y al subir dijo don Quijote :

—Tapaos, Sancho, y subid, Sancho, que quien de tan lueñes tierras envia por nosotros no será para engañarnos, por la poca gloria que le puede redundar de engañar á quien dél se fía, y puesto