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1 1 —Sabrán vuesas mercedes que en un lugar que está cuatro leguas y media desta venta, sucedió que á un regidor dél, por industria y engaño de una muchacha, criada suya, y esto es largo de contar, le faltó un asno, y aunque el tal regidor hizo las diligencias posibles por hallarle, no fué posible. Quince días serían pasados, según es pública voz y fama, que el asno faltaba, cuando estando en la plaza el regidor perdidoso, otro regidor del mismo pueblo dijo: Dadme albricias, compadre, que vuestro jumento ha parecido. Yo os las mando, y buenas, compadre, respondió el otro; pero sepamos dónde ha parecido. En el monte, respondió el hallador, le ví esta mañana sin albarda y sin aparejo alguno, y tan flaco, que era una compasión miralle: quísele antecoger delante de mí y traérosle; pero está ya tan montaraz y tan huraño, que cuando llegué á él se fué huyendo, y se entró en lo más escondido del monte; si queréis que volvamos los dos á buscarle, dejadme poner esta borrica en mi casa, que luego vuelvo.

Mucho placer me haréis, dijo el del jumento, y yo procuraré pagároslo en la mesma moneda. Con estas circunstancias todas, y de la mesma manera que yo lo voy contando, lo cuentan todos aquellos que están enterados en la verdad deste caso. En resolución, los dos regidores á pie y mano á mano se fueron al monte; y llegando al lugar y sitio donde pensaron hallar el asno, no le hallaron, ni pareció por todos aquellos contornos, aunque más le buscaron. Viendo pues que no pareeia, dijo el regidor que le había visto, al otro: Mirad, compadre: una traza me ha venido al pensamiento, con la cual sin duda alguna podremos descubrir este animal, aunque esté metido en las