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CAPITULO XXXVIII

Donde se cuenta la que dió de au mala andanza la Dueña Dolorida.

Detrás de los tristes músicos comenzaron á entrar por el jardín adelante hasta cantidad de doce dueñas repartidas en dos hileras, todas vestidas de unos monjiles anchos, al parecer de anascote batanado, con unas tocas blancas de delgado canequí, tan luengas que sólo el ribete del monjil descubrían. Tras ellas venía la condesa Trifaldi, á quien traía de la mano el escudero Trifaldín, de la blanca barba, vestida de finísima y negra bayeta por frisar, que á venir frisada descubriera cada grano del grandor de un garbanzo de los buenos de Martos: la cola ó falda (ó como llamarla quisieren) era de tres puntas, las cuales se sustentaban en las manos de tres pajes asimesmo vestidos de luto, haciendo una vistosa y matemática figura con aquellos tres ángulos agudos que las tres puntas formaban, por lo cual cayeron todos los que la falda puntiaguda miraron, que por ella se podía llamar la condesa Trifaldi, como si dijésemos la condesa de las tres faldas: y así dice Benengeli que fué verdad, y que de su propio apellido se llamaba la condesa Lobuna, á causa que se criaban en su condado muchos lobos, y que si como eran—lobos fueran zorras, llamaran la condesa Zorruna, por ser eostumbre en aquellas partes tomar los señores la denominación de sus nombres de la cosa ó cosas en que DON QUIJOTE .—9 TOMO III

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