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1 CAPITULO XXXVII

Donde se prosigue la famosa aventura de la Dueño Dolorida.

En estremo se holgaron el duque y la duques:

de ver cuán bien iba respondiendo á su intención don Quijote; y á esta sazón dijo Sancho:

—No querría yo que esta señora dueña pusiese algún tropiezo á la promesa de mi gobierno, porque yo he oido decir á un boticario toledano, que hablaba como un silguero, que donde interviniesen dueñas no podía suceder cosa buena. ¡Válame Dios, y qué mal estaba con ellas el tal boticario !

de lo que yo saco, que pues todas las dueñas son enfadosas é impertinentes, de cualquiera calidad y condición que sean, ¿qué serán las que son doloridas, como han dicho que es esta condesa tres faldas ó tres colas? que en mi tierra faldas y colas, colas y faldas todo es uno.

—Calla, Sancho amigo, dijo don Quijote, que pues esta señora dueña de tan lueñes tierras viene á buscarme, no debe ser de aquellas que el boticario tenía en su número, cuanto más que esta es condesa, y cuando las condesas sirven de dueñas será sirviendo á reinas y á emperatrices, que en sus casas son señorísimas, que se sirven de otras dueñas.

A esto respondió doña Rodríguez, que se halló presente:

—Dueñas tiene mi señora la duquesa en su servicio, que pudieran ser condesas si la fortuna qui-