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¿Quién la había de notar sino yo, pecador de mí? respondió Sancho.

Y escribísteis vos? dijo la duquesa.

—Ni por pienso, respondió Sancho; porque yo no sé leer ni escribir, puesto que sé firmar.

—Veámosla, dijo la duquesa, que á buen seguro que vos mostréis en ella la calidad y suficiencia de vuestro ingenio.

Sacó Sancho una carta abierta del seno, y tomándola la duquesa vió que decía desta manera:

Carta de Sancho Panza á Teresa Panza su mujer.

«Si buenos azotes me daban, buen caballero me »iba: si buen gobierno me tengo, buenos azotes me »cuesta. Esto no lo entenderás tú, Teresa mía, »por ahora: otra vez lo sabrás. Has de saber, Te»resa, que tengo determinado que andes en coche, »que es lo que hace al caso, porque todo otro andar »>es andar á gatas. Mujer de un gobernador eres, »mira si te roerá nadie los zancajos. Ahí te envío sun vestido verde de cazador, que me dió mi se»ñora la duquesa; acomódale en modo que sirva »de saya y cuerpos á nuestra hija. Don Quijote mi »amo, según he oído decir en esta tierra, es un lo»co cuerdo y un mentecato gracioso, y que yo no »le voy en zaga. Hemos estado en la cueva de »Montesinos, y el sabio Merlín ha echado mano »de mí para el desencanto de Dulcinea del Toboso, »que por allá se llama Aldonza Lorenzo. Con tres »mil y trecientos azotes, menos cinco, que me he »de dar, quedará desencantada como la madre que »la parió. No dirás desto nada á nadie, porque pon »>lo tuyo en consejo, y unos dirán que es blanco, »>y otros que es negro. De aquí á pocos días me