Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/123

Esta página no ha sido corregida
— 119 —

noche se había dado cinco azotes. Preguntóle la duquesa con qué se los había dado. Respondió que con la mano. Eso, replicó la duquesa, más es darse de palmadas, que de azotes: yo tengo para mí que el sabio Merlín no estará contento con tanta blandura; menester será que el buen Sancho haga alguna disciplina de abrojos ó de las de canelones, que se dejen sentir, porque la letra con sangre entra, y no se ha de dar tan barata la libertad de una tan gran señora como lo es Dulcinea, por tan poco precio; y advierta, Sancho, que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada. A lo que respondió Sancho:

— 1 —Déme vuestra señoría alguna disciplina ó ramal conveniente, que yo me daré con él, como no me duela demasiado; porque hago saber á vuesa merced que aunque soy rústico, mis carnes tienen más de algodón que de esparto, y no será bien que yo me descrie por el provecho ajeno.

—Sea en buena hora, respondió la duquesa: yo os daré mañana una diciplina que os venga muy al justo y se acomode con la ternura de vuestras carnes, como si fueran sus hermanas propias.

A lo que dijo Sancho:

—Sepa vuestra Alteza, señora mía de mi ánima, que yo tengo escrita una carta á mi mujer Teresa Panza, dándole cuenta de todo lo que me ha sucedido después que me aparté della: aquí la tengo en el seno, que no le falta más de ponerle el sobre escrito; querría que vuestra discreción la leyese, porque me parece que va conforme á lo de gobernador, digo al modo que deben de escribir los gobernadores.

—¿Y quién la notó? preguntó la duquesa.