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digo que soy contento de darme los tres mil y trecientos azotes, con condición que me los tengo de dar cada y cuando que yo quisiere, sin que se me pongan tasa en los días ni en el tiempo, y yo procuraré salir de la deuda lo más presto que sea posible, porque goce el mundo de la hermosura de la señora doña Dulcinea del Toboso, pues según parece, al revés de lo que yo pensaba, en efecto es hermosa. Ha de ser también condición, que no he de estar obligado á sacarme sangre con la disciplina, y que si algunos azotes fueren de mosqueo, se me han de tomar en cuenta. Item, que si me herrare en el número, el señor Merlín, pues lo sabe todo, ha de tener cuidado de contarlos y de avisarme los que me faltan ó los que me sobran.

— —De las sobras no habrá que avisar, respondió Merlín, porque llegando al cabal número, luego quedará de improviso desencantada la señora Dulcinea, y vendrá á buscar, como agradecida, al buen Sancho, y á darle gracias y aun premios por la buena obra. Así que, no hay de que tener escrúpulo de las sobras ni de las faltas, ni el cielo permita que yo engañe á nadie, aunque sea en un pelo de la cabeza.

—Ea pues, á la mano de Dios, dijo Sancho, yo consiento en mi mala ventura, digo que yo acepto la penitencia con las condiciones apuntadas.

Apenas dijo estas últimas palabras Sancho, cuando volvió á sonar la música de las chirimias, y se volvieron á disparar infinitos arcabuces, y don Quijote se colgó del cuello de Sancho, dándole mil besos en la frente y en las mejillas. La duquesa y el duque y todos los circunstantes dieron muestras de haber recebido grandísimo contento, y el carro comenzó á caminar, y al pasar la hermosa Dulci-