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que llaman Dulcinea del Toboso, con orden de darte la que es menester para desencantarla; y por no ser para más mi venida, no ha de ser más mi estada: los demonios como yo queden contigo, y los ángeles buenos con estos señores: y en diciendo esto tocó el desaforado cuerno, y volvió las espaldas, y fuése sin esperar respuesta de ninguno.

L Renovóse la admiración en todos, especialmente en Sancho y don Quijote: en Sancho, en ver que á despecho de la verdad querían que estuviese encantada Dulcinea: en don Quijote, por no poder asegurarse si era verdad ó no lo que había pasado en la cueva de Montesinos, y estando elevado en estos pensamientos, el duque le dijo:

— Piensa vuesa merced esperar, señor don Quijote?

—6 Pues no? respondió él: aquí esperaré intrépido y fuerte, si me viniese á embestir todo el infierno —Pues si yo veo otro diablo y oigo otro cuerno como el pasado, así esperaré yo aquí como en Flandes, dijo Sancho.

En esto se cerró más la noche, y comenzaron á discurrir muchas luces por el bosque, bien así como discurren por el cielo las exhalaciones secas de la tierra, que parecen á nuestra vista estrellas que corren. Oyóse asimismo un espantoso ruido, al modo de aquel que se causa de las ruedas macizas que suelen traer los carros de bueyes, de cuyo chirrío áspero y continuado se dice que huyen los lobos y los osos, si los hay por donde pasan. Añadióse á toda esta tempestad otra que las aumentó todas, que fué que parecía verdaderamente que á las cuatro partes del bosque se estaban dando á