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Quixote de la Mancha.

meria en pie, y à mis ſolas, como ſentado à par de vn Emperador. Y aun ſi va â dezir verdad, mucho mejor me ſabe lo que como en mi rincon, ſin melindres, ni reſpetos, aunque ſea pan, y cebolla, que los gallipauos de otras meſas, donde me ſea forçoſo maſcar deſpacio, beuer poco, limpiarme à menudo, no eſtornudar, ni toſer, ſi me viene gana, ni hazer otras coſas que la ſoledad, y la libertad traen conſigo. Aſsi que ſeñor mio, eſtas honras que vueſtra merced quiere darme, por ſer miniſtro, y aderente de la caualleria andante, como lo ſoy ſiendo eſcudero de vueſtra merced, conuiertalas en otras coſas que me ſean de mas comodo, y prouecho que eſtas (aũque las doy por bien recebidas) las renuncio para deſde aqui al fin del mundo. Con todo eſſo te has de ſentar, porque â quien ſe humilla Dios le enſalça, y aſsiendole por el braço, le forçò à que junto â el ſe ſentaſſe. No entendian los cabreros aquella gerigonça de eſcuderos, y de caualleros andãtes, y no hazian otra coſa que comer, de caualleros andãtes, y no hazian otra coſa que comer, y callar, y mirar à ſus hueſpedes, que con mucho donayre, y gana embaulauan taſſajo como el puño. Acabado el ſeruicio de carne, tendieron ſobre las zaleas gran cantidad de bellotas auellanadas, y juntamente puſieron vn medio queſo, mas duro que ſi fuera hecho de argamaſſa. No eſtaua en eſto ocioſo el cuerno, porque andaua â la redonda tan a menudo (ya lleno, ya vazio) como arcaduz de noria, que con facilidad vazio vn zaque, de dos q̃ eſtauan de manifieſto. Deſpues que don Quixote huuo bien ſatisfecho ſu eſtomago, tomò vn puño de bellotas en la mano, y mirandolas atentamente, ſoltò là voz a ſemejantes razones: Dichoſa edad, y ſiglos dichoſos aquellos, â quien los antiguos puſieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro (que en eſta nueſtra edad de hierro tanto ſe eſtima) ſe alcançaſſe en aquella venturoſa ſin fatiga alguna, ſino porque entonces los q̃