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Segunda parte de don
Cap. XI. De lo que le ſucedio a don Quixote con vnos cabreros.


F

Ve recogido de los cabreros con buen animo, y auiendo Sancho, lo mejor que pudo, acomodado à Rozinante, y â ſu jumento, ſe fue tras el olor que deſpedian de ſi ciertos raſſajos de cabra, que hiruiendo al fuego en vn caldero eſtauan en ſaçon de trasladarlos del caldero al eſtomago, lo dexò de hazer, porque los cabreros los quitaron del fuego, y tendiẽdo por el ſuelo vnas pieles de ouejas, adereçaron con mucha prieſſa ſu ruſtica meſa, y combidaron à los dos, con mueſtras de muy buena voluntad con lo que tenian. Sentaronſe â la redonda de las pieles ſeys dellos, que eran los que en la majada auia: auiendo primero con groſſeras ceremonias rogado a don Quixote que ſe ſentaſſe ſobre vn dornajo que buelto del reues le puſieron. Sentoſe don Quixote, y quedauaſe Sancho en pie para ſeruirle la copa, que era hecha de cuerno. Viendole en pie ſu amo, le dixo: Porque veas Sancho el bien que en ſi encierra la andante caualleria, y quã a pique eſtan los que en qualquiera miniſterio della ſe exercitan, de venir breuemente a ſer honrados, y eſtimados del mundo, quiero que aqui à mi lado, y en compañia deſta buena gente te ſientes, y que ſeas vna miſma coſa conmigo, que ſoy tu amo, y natural ſeñor, que comas en mi plato, y beuas por donde yo beuiere: porque de la caualleria andãte ſe puede dezir lo miſmo que del Amor ſe dize, que todas las coſas yguala. Gran merced, dixo Sancho, pero ſe dezir á vuestra merced, que como yo tuuieſſe bien de comer, tan bien, y mejor me lo co-