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Segunda parte de don

bien, que por todos eſtos caminos no andan hombres armados, ſino harrieros, y carreteros, que no ſolo traẽ zeladas, pero quiça no las han oydo nombrar en todos los dias de ſu vida. Engañaſte en eſſo, dixo don Quixote, porque no auremos eſtado dos horas por eſtas encruzijadas, quando veamos mas armados que los que vinierõ ſobre Albraca, a la conquiſta de Angelica la Bella. Alto pues, ſea aſsi, dixo Sancho, y â Dios prazga que nos ſuceda bien, y que ſe llegue ya el tiempo de ganar eſta Inſula que tan cara me cueſta, y muerame yo luego. Ya te he dicho Sancho, que no te de eſſo cuydado alguno, q̃ quando faltare Insula, aî eſtâ el Reyno de Dinamarca, o el de Sobradiſa, que te vendran como anillo al dedo, y mas que por ſer en tierra firme te deues mas alegrar. Pero dexemos eſto para ſu tiempo, y mira ſi traes algo en eſſas alforjas que comamos, porque vamos luego en buſca de algun caſtillo donde aloxemos eſta noche, y hagamos el balſamo que te he dicho, porq̃ yo te voto a Dios, que me va doliendo mucho la oreja. Aqui trayo vna cebolla, y vn poco de queſo, y no ſe quãtos mendrugos de pan, dixo Sancho, pero no ſon manjares que pertenecen a tan valiẽte cauallero como vueſtra merced. Que mal lo entiendes, reſpondio don Quixote: hagote ſaber Sancho, que es honra de los caualleros andantes, no comer en vn mes, y ya que coman, ſea de aquello que hallaren mas a mano: y eſto ſe te hiziera cierto, ſi huuieras leydo tantas hiſtorias como yo, que aunque han ſido muchas, en todas ellas no he hallado hecha relaciõ de que los caualleros andantes comieſſen, ſino era a caſo, y en algunos ſuntuoſos banquetes que les hazian, y los demas dias ſe los paſſauan en flores. Y aunque ſe dexa entender, q̃ no podian paſſar ſin comer, y ſin hazer todos los otros meneſteres naturales, porque en efeto eran hombres como noſotros, haſe de entender tambien, que andando lo