del Toboſo, y preſẽtarſe de mi parte ante la ſin par doña Dulcinea, para que ella haga del lo que mas fuere de ſu voluntad: La temeroſa, y deſconſolada ſeñora, ſin entrar en cuenta de lo que don Quixote pedia, y ſin pregũtar quien Dulcinea fueſſe, le prometieron que el eſcudero haria todo aquello que de ſu parte le fueſſe mandado. Pues en fê de eſſa palabra, yo no le hare mas daño, pueſto que me lo tenia bien merecido.
Y
A en eſte tiempo ſe auia leuantado Sancho Pança, algo maltratado de los moços de los Frayles, y auia eſtado atento a la batalla de ſu ſeñor don Quixote, y rogaua a Dios en ſu coraçon, fueſſe ſeruido de darle vitoria, y que en ella ganaſſe alguna Inſula de donde le hizieſſe Gouernador, como ſe lo auia prometido. Viendo pues ya acabada la pẽdencia, y que ſu amo boluia a ſubir ſobre Rozinante, llegò a tenerle el eſtribo: y antes que ſubieſſe ſe hincò de rodillas delante del, y aſsiendole de la mano ſe la beſò, y le dixo: Sea vueſtra merced ſeruido, ſeñor don Quixote mio, de darme el gouierno de la Inſula que en eſta riguroſa pendencia ſe ha ganado, que por grande que ſea, yo me ſiento con fuerças de ſaberla couernar, tal, y tan bien, como otro que aya gouernado Inſulas en el mundo. A lo qual reſpondio don Quixote, aduertid’ hermano Sancho, que eſta auentura, y las à eſtas ſemejantes, no ſon auenturas de Inſulas, ſino de encruzijadas, en las quales no ſe gana otra coſa que ſacar rota la cabeça, o vna oreja menos. Tened paciencia, que auenturas ſe ofre