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Segunda parte de don

cas, que con eſtos dos ſobrenombres le llama algunas vezes la hiſtoria. Otras algunas menudencias auia que aduertir, pero todas ſon de poca importancia, y que no hazen al caſo a la verdader relacion de la hiſtoria, que ninguna es mala como ſea verdadera. Si á eſta ſe le puede poner alguna obgecion cerca de ſu verdad, no podrà ſer otra, ſino auer ſido ſu autor Arabigo, ſiendo muy propio de los de aquella nacion ſer mentiroſos: aunque por ſer tan nueſtros enemigos, antes ſe puede entender auer quedado falto en ella que demaſiado. Y aſsi me parece a mi, quando pudiera, y deuiera eſtender la pluma, en las alabanças de tan buen cauallero; parece que de induſtria las paſſa en ſilencio. Coſa mal hecha, y peor penſada, auiendo, y deuiendo ſer los hiſtoriadores puntuales, verdaderos, y no nada apaſsionados, y que ni el interes, ni el miedo, el rancor, ni la aficion, no les haga torcer del camino de la verdad, cuya madre es la hiſtoria emula del tiẽpo, depoſito de las acciones, teſtigo de lo paſſado, exemplo, y auiſo de lo preſente, aduertencia de lo por venir. En eſta ſe, que ſe hallarà todo lo que ſe acertare en deſſear en la mas apazible: y ſi algo bueno en ella faltare, para mi tengo, que fue por culpa del galgo de ſu autor, antes que por falta del ſugeto. En fin ſu ſegunda parte, ſiguiendo la traducion, començaua deſta manera.

Pueſtas, y leuantadas en alto las cortadoras eſpadas de los dos valeroſos, y enojados combatientes, no parecia ſino que eſtauan amenazando al cielo, a la tierra, y al abiſmo; tal era el denuedo, y continente que tenian. Y el primero q̃ fue a deſcargar el golpe, fue el colerico Vizcayno: el qual fue dado con tanta fuerça, y tanta furia, q̃ a no boluerſele la eſpada en el camino, aquel ſolo golpe fuera baſtante para dar fin a ſu riguroſa contienda, y á todas las auenturas de nueſtro cauallero: mas la buena ſuerte que para mayores coſas le tenia guardado, torciò la eſ