gunos que no merecieſſen caſtigo de fuego. No, dixo la ſobrina, no ay para que perdonar â ninguno, porque todos han ſido los dañadores, mejor ſerá arrojarlos por las ventanas al patio, y hazer vn rimero dellos, y pegarles fuego, y ſino lleuarlos al corral, y alli ſe hara la hoguera, y no ofendera el humo. Lo miſmo dixo el ama, tal era la gana que las dos tenian de la muerte de aquellos inocentes, mas el Cura no vino en ello, ſin primero leer ſiquiera los titulos. Y el primero, que Maeſſe Nicolas le dio en las manos, fue los quatro de Amadis de Gaula, y dixo el Cura: Parece coſa de miſterio eſta, porque ſegun he oydo dezir, eſte libro fue el primero de cauallerias que ſe imprimio en Eſpaña, y todos los demas han tomado principio y origen deſte, y aſsi me parece, que como à dogmatizador de vna ſeta tan mala, le deuemos ſin eſcuſa alguna condenar al fuego. No ſeñor, dixo el barbero, que tambien he oydo dezir, que es el mejor de todos los libros que de eſte genero ſe han compueſto, y aſsi como à vnico en ſu arte ſe deue perdonar. Aſſi es verdad, dixo el Cura, y por eſſa razon ſe le otorga la vida por aora. Veamos eſſotro que eſtá junto a el. Es, dixo el barbero, las Sergas de Eſplandian, hijo legitimo de Amadis de Gaula. Pues en verdad, dixo el Cura, que no le ha de valer al hijo la bondad del padre: Tomad ſeñora ama, abrid eſſa ventana, y echalde al corral, y dê principio al monton de la hoguera que ſe ha de hazer. Hizolo aſsi el ama con mucho contento, y el bueno de Eſplandian fue bolando al corral, eſperando en toda paciencia el fuego que le amenazaua. Adelante, dixo el Cura. Eſte que viene, dixo el barbero, es Amadis de Grecia, y aun todos los deſte lado, a lo que creo, ſon del meſmo linage de Amadis. Pues vayan todos al corral, dixo el Cura, que atrueco de quemar à la Reyna Pintiquinieſtra, y al Paſtor Dariniel, y à ſus Eglogas, y
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