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Quixote de la Mancha.

intencionado, oyendo dezir al pobre caydo tantas arrogancias, no lo pudo ſufrir, ſin darle la reſpueſta en las coſtillas. Y llegandoſe a el, tomò la lança, y deſpues de auerla hecho pedaços, con vno dellos començò a dar a nueſtro don Quixote tantos palos, que a deſpecho, y peſar de ſus armas, le molio como cibera. Dauanle vozes ſus amos, que no le dieſſe tanto, y que le dexaſſe: pero eſtaua ya el moço picado, y no quiſo dexar el juego, haſta embiadar todo el reſto de ſu colera: y acudiendo por los demas troços de la lança, los acabò de deshazer ſobre el miſerable caydo, que con toda aquella tempeſtad de palos que ſobre el via, no cerraua la boca, amenazando al cielo, y a la tierra, y a los Malandrines, que tal le parecian. Canſoſe el moço, y los mercaderes ſiguieron ſu camino, lleuando que contar en todo el del pobre apaleado: el qual deſpues que ſe vio ſolo, tornò a prouar ſi podia leuantarſe: pero ſino lo pudo hazer quando ſano? y bueno, como lo haria molido, y caſi deshecho, y aun ſe tenia por dichoſo, pareciẽdole q̃ aquella era propia deſgracia de caualleros andantes, y toda la atribuîa à la falta de ſu cauallo, y no era poſsible leuãtarſe, ſegũ tenia brumado todo el cuerpo.


Cap. V. Donde ſe proſigue la narracion de la deſgracia de nueſtro cauallero.


V

iendo pues que en efeto no podia menearſe, acordó de acogerſe a ſu ordinario remedio, q̃ era penſar en algun paſſo de ſus libros, y truxole ſu locura â la memoria aq̃l de Baldouinos, y del Marques de Mãtua quãdo Carloto le dexò herido en la montiña, hiſtoria ſabida de los niños, no ignorada de los moços, celebrada, y aun creyda de los viejos: y con todo eſto, no mas verdadera que los milagros de Mahoma. Eſta pues le parecio a el que le venìa de molde, para el paſſo en q̃ ſe hallaua: y aſsi cõ mueſtras