millas, deſcubrio don Quixote vn grande tropel de gente, que como deſpues ſe ſupo, eran vnos mercaderes Toledanos, que yuan â comprar ſeda à Murcia. Eran ſeys, y venian con ſus quitaſoles, con otros quatro criados a cauallo, y tres moços de mulas à pie. Apenas los diuiſò don Quixote, quando ſe imaginô ſer coſa de nueua auentura: y por imitar en todo quanto à el le parecia poſsible, los paſſos que auia leydo en ſus libros, le parecio venir alli de molde vno que penſaua hazer. Y aſsi, con gentil continẽte, y denuedo, ſe afirmò bien e los eſtribos, apretò la lança, llegò la adarga al pecho, y pueſto en la mitad del camino, eſtuuo eſperando que aquellos caualleros andantes llegaſſen, que ya el por tales los tenia, y juzgaua: y quando llegaron a trecho que ſe pudieron ver, y oyr, leuanto don Quixote la voz, y con ademan arrogante dixo: Todo el mundo ſe tenga, ſi todo el mundo no confieſſa, que no ay en el mundo todo donzella mas hermoſa que la Emperatriz de la Mancha, la ſin par Dulcinea del Toboſo. Pararonſe los mercaderes al ſon deſtas razones, y a ver la eſtraña figura del que las dezia: y por la figura, y por ellas luego echaron de ver la locura de ſu dueño, mas quiſierõ ver deſpacio, en que paraua aquella confeſsion, que ſe les pedia, y vno dellos que era vn poco burlon, y muy mucho diſcreto, le dixo: Señor cauallero, noſotros no conocemos quien ſea eſſa buena ſeñora que dezis, moſtradnosla, que ſi ella fuere de tanta hermoſura como ſinificays, de buena gana, y ſin apremio alguno confeſſaremos la verdad, que por parte vueſtra nos es pedida. Si os la moſtrara, replicó don Quixote, que hizierades voſotros en cõfeſſar vna verdad tan notoria, la importancia eſta , en q̃ ſin verla lo aueys de creer, cõfeſſar, afirmar, jurar, y defender, donde no conmigo ſoys en batalla, gente deſcomunal, y ſoberuia: que aora vengays vno a vno (como pide la ordẽ de caualleria) ora todos jũtos, como es coſtumbre, y mala
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Quixote de la Mancha.