merced, que de alli adelante ſe puſieſſe don, y ſe llamaſſe doña Toloſa. Ella ſe lo prometio: y la otra le calçò la eſpuela, con la qual le paſſô caſi el miſmo coloquio, que con la de la eſpada. Preguntole ſu nombre, y dixo que ſe llamaua la Molinera, y que era hija de vn honrado molinero de Antequera: â la qual tambien rogò don Quixote, que ſe puſieſſe don, y ſe llamaſſe doña Molinera, ofreciendole nueuos ſeruicios, y mercedes. Hechas pues de galope, y aprieſſa las haſta alli nunca viſtas ceremonias, novio la hora don Quixote de verſe à cauallo, y ſalir buſcando las auenturas: y enſillando luego à Rozinante, ſubio en el, abraçando a ſu hueſped, le dixo coſas tan eſtrañas, agradeciendole la merced de auerle armado cauallero, que no es poſsible acertar à referirlas. El ventero por verle ya fuera de la venta, con no menos retoricas, aunque cõ mas breues palabras, reſpondio à las ſuyas, y ſin pedirle la coſta de la poſada, le dexò yr â la buena hora.
a Del alua ſeria, quando don Quixote ſalio de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alboroçado, por verſe ya armado cauallero, que el gozo le rebentaua por las cinchas del cauallo. Mas viniendole â la memoria los cõſejos de ſu hueſped, cerca de las preuenciones tan neceſſarias que auia de lleuar conſigo, eſpecial la de los dineros, y camiſas, determinò boluer à ſu caſa, y acomodarſe de todo, y de vn eſcudero: haziendo cuenta de recebir a vn labrador vezino ſuyo, que era pobre, y con hijos, pero muy à propoſito para el oficio eſcuderil de la caualleria. Con eſte penſamiento guiò â Rozinante hàzia ſu aldea, el qual caſi conociendo la querencia, con tanta gana començo