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Primera parte de don

ô Enano, con alguna redoma de agua de tal virtud, que en guſtãdo alguna gota della, luego al punto quedauã ſanos de ſus llagas, y heridas, como ſi mal alguno huuieſſen tenido: mas q̃ en tanto que eſto no huuieſſe, tuuierõ los paſſados caualleros por coſa acertada, que ſus eſcuderos fueſſen proueydos de dineros, y de otras coſas neceſſarias, como eran hilas, y vnguentos para curarſe: y quando ſucedia, que los tales caualleros no tenian eſcuderos (que eran pocas, y raras vezes) ellos miſmos lo lleuauan todo en vnas alforjas muy ſutiles, que caſi no ſe parecian, a las ancas del cauallo, como que era otra coſa de mas importancia: porque no ſiendo por ocaſion ſemejante, eſto de lleuar alforjas, no fue muy admitido entre los caualleros andantes: y por eſto le daua por conſejo, pues aun ſe lo podia mandar como a ſu ahijado, que tan preſto lo auia de ſer, que no caminaſſe de alli adelante ſin dineros, y ſin las preuenciones recebidas, y que veria quan bien ſe hallaua con ellas, quando menos ſe penſaſe. Prometiole dõ Quixote, de hazer lo que ſe le aconſejaua con toda puntualidad: y aſsi ſe dio luego orden comovelaſſe las armas, en vn corral grande que a vn lado de la venta eſtaua, y recogiendolas don Quixote todas, las puſo ſobre vna pila que juntô a vn pozo eſtaua: y embraçando ſu adarga, aſio de ſu lança, y con gentil continente ſe començó a paſſear delante de la pila, y quando començò el paſſeo, començaua a cerrar la noche. Contò el ventero a todos quantos eſtauan en la venta la locura de ſu hueſped, la vela de las armas, y la armazon de caualleria que eſperaua. Admirandoſe de tan eſtraño genero de locura, fueronſelo a mirar deſde lexos, y vieron que con ſoſſegado ademan, vnas vezes ſe paſſeaua, otras arrimado a ſu lança, ponia los ojos en las armas, ſin quitarlos por vn buen eſpacio de ellas. Acabò de cerrar la noche con tanta claridad de la luna, que podia competir con el q̃ ſe la preſtaua: