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Quixote de la Mancha.

ſer que fueſſen eſtas truchuelas como la ternera que es mejor que la vaca, y el cabrito que el cabron. Pero ſea lo que fuere, venga luego, que el trabajo, y peſo de las armas, no ſe puede lleuar ſin el gouierno de las tripas. Puſieronle la meſa à la puerta de la venta, por el freſco, y truxole el hueſped vna porcion del mal remojado, y peor cozido bacallao, y vn pan tan negro, y mugriento como ſus armas: pero era materia de grande riſa verle comer, porque cono tenia pueſta la zelada, y alçada la viſera, no podia poner nada en la boca con ſus manos, ſi otro no ſe lo daua, y ponia, y aſsi vna de aquellas ſeñoras ſeruia deſte meneſter: mas al darle de beuer no fue poſsible, ni lo fuera, ſi el ventero no horadara vna caña, y pueſto el vn cabo en la boca, por el otro le yua echando el vino: y todo eſto lo recebia en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la zelada. Eſtando en eſto, llegò a caſo a la venta vn caſtrador de puercos, y aſsi como llegò, ſonò ſu ſiluato de cañas, quatro, ò cinco vezes, con lo qual acabò de confirmar don Quixote, que eſtaua en algun famoſo caſtillo, y que le ſeruian con muſica, y que el abadexo erã truchas, el pan candial, y las rameras damas: y el ventero, Caſtellano del caſtillo, y con eſto daua por bien empleada ſu determinacion, y ſalida. Mas lo que mas le fatigaua, era el vno verſe armado cauallero, por parecerle que no ſe podria poner legitimamente en auentura alguna, ſin recebir la orden de caualleria.


Cap. III. Donde ſe cuenta la gracioſa manera que tuuo don Quixote en armarſe cauallero.


Y

aſsi fatigado deſte penſamiento, abreuiò ſu venteril, y limitada cena, la qual acabada llamô al ventero, y encerrandoſe con el en la caualleriza, ſe hincò de rodillas ante el, diziendole: No me leuantarê jamas de donde eſtoy, valeroſo