le falta, porque todo el es vna inuectiua contra los libros de cauallerias, de quien nunca ſe acordò Ariſtoteles, ni dixo nada ſan Baſilio, ni alcançô Ciceron. Ni caen debaxo de la cuenta de ſus fabuloſos diſparates las puntualidades de la verdad, ni las obſeruaciones de la Aſtrologia: ni le ſon de importancia las medidas Geometricas, ni la confutacion de los argumentos de quien ſe ſirue la Retorica: ni tiene para que predicar â ninguno, mezclando lo humano con lo diuino, que es vn genero de mezcla, de quien no ſe ha de veſtir ningun Chriſtiano entendimiento. Solo tiene q̃ aprouecharſe de la imitacion, en lo que fuere eſcriuiendo, que quanto ella fuere mas perfeca, tanto mejor ſerà lo que ſe eſcriuiere. Y pues eſta vueſtra eſcritura no mira â mas, que â deshazer la autoridad, y cabida, que en el mundo, y en el vulgo tienen los libros de cauallerias, no ay para que andeys mendigando ſentencias de filoſofos, conſejos de la diuina Eſcritura, fabulas de Poetas, oraciones de Retóricos, milagros de ſantos: ſino procurar que â la llana, con palabras ſignificantes, honeſtas, y bien colocadas ſalga vueſtra oracion, y periodo, ſonoro, y feſtiuo. Pintando en todo lo que alcançaredes, y fuere poſſible vueſtra intencion, dando â entender vueſtros conceptos, ſin intricarlos, y eſcurecerlos. Procurad tambien, que leyendo vueſtra hiſtoria, el malencolico ſe mueua â riſa, el riſueño la acreciente, el ſimple no ſe enfade, el diſcreto ſe admire de la inuencion, el graue no la deſprecie, ni el prudente dexe de alabarla. En efecto, lleuad la mira pueſta à derribar la maquina malfundada deſtos cauallereſcos libros, aborrecidos de tãtos, y alabados đ muchos mas: q̃ ſi eſto alcançaſſedes, no auriades al cançado poco. Cõ ſilẽcio grãde eſtuue eſcuchando, lo q̃ mi amigo me dezia, y de tal manera ſe imprimierõ en mi ſus razones, que ſin diſputa, las aprouê por buenas, y de
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PROLOGO.