Página:El hombre mediocre (1913).pdf/324

Esta página no ha sido corregida
322
José Ingenieros

te moralidad del gran americano; Sarmiento cultivó en grado sumo las más altas virtudes públicas, sin preocuparse de carpir en la selva magnífica las malezas que concentran la preocupación de la mediocridad.

Los genios amplían su sensibilidad en la proporción que elevan su inteligencia; pueden subordinar los pequeños sentimientos á los grandes, los cercanos á los remotos, los concretos á los abstractos. Entonces los espíritus estrechos les suponen desamorados, apáticos, escépticos. Y se equivocan. Sienten, mejor que todos, lo humano. El mediocre limita su horizonte afectivo á sí mismo, á su familia, á su camarilla, á su facción; pero no sabe extenderlo hasta la Verdad, la Patria ó la Humanidad, que sólo pueden apasionar al genio. Muchos hombres darían su vida por defender á su secta; son raros los que se han inmolado conscientemente por una doctrina ó por un ideal.

La fe es la fuerza del genio. Para imantar á una era necesitan amar su Ideal y transformarlo en pasión: «Golpea tu corazón, que en él está tu genio», escribió Stuart Mill antes que Nietzsche. La cultura no entibia á los visionarios: su vida entera es una fe en acción. Saben que los caminos más escarpados llevan más alto. Nada emprenden que no estén decididos á concluir. Las resistencias son espolazos que los incitan á perseverar; aunque nubarrones de escepticismo ensombrezcan su cielo, son, en definitiva, optimistas y creyentes: cuando sonríen, fácilmente se adivina el ascua crepitante