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El hombre mediocre

rehuir las asechanzas que la mediocridad le tiende. Cuando la fuerza de las cosas se sobrepone á su personal inquietud y los dogmatismos sociales cohiben sus esfuerzos por enderezarlos, su idealismo tórnase experimental. No pueden doblar la realidad á sus ideales, pero los defienden de ella, procurando salvarlos de toda mengua ó envilecimiento. Lo que antes se proyecta hacia fuera, polarízase en el propio esfuerzo, se interioriza. «Una gran vida, escribió Vigny, es un ideal de la juventud realizado en la edad madura». Es inherente á aquélla la ilusión de imponer sus ensueños, rompiendo la barrera que la separa de la mediocridad; cuando advierte que la mole no cae, atrinchérase en virtudes intrínsecas, custodiándolos, realizándolos en alguna medida, sin complicidades. El idealismo sentimental y romántico se transforma en idealismo experimental y estoico; la experiencia regula la imaginación, haciéndolo ponderado y reflexivo. La serena armonía clásica reemplaza á la pujanza impetuosa: el Idealismo dionisíaco se convierte en Idealismo apolíneo.

Es natural que así sea. Los romanticismos no resisten á la experiencia crítica: si duran hasta pasados los límites de la juventud, su ardor no equivale á su eficiencia. Fué error de Cervantes la avanzada edad en que Don Quijote emprende la persecución de su quimera. Es más lógico Don Juan, casándose á la misma altura en que Cristo muere; los personajes que Murger creó en la vida bohemia, detiénense en ese limbo de la madurez.