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José Ingenieros

neos le prodigaban. Su vida fué un perpetuo florecimiento de esperanzas en un matorral de espinas.

Para conservar intactos sus atributos, el genio necesita períodos de recogimiento; el contacto prolongado con la mediocridad despunta las ideas originales y corroe los caracteres más adamantinos. Por eso, con frecuencia, toda superioridad es un destierro. Los grandes pensadores son solitarios; parecen proscriptos en su propio medio. Se mezclan á él para combatir ó predicar, un tanto excéntricos cuando no hostiles, sin entregarse nunca totalmente á gobernantes, sectas ó multitudes. Muchos ingenios eminentes, arrollados por la marea colectiva, pierden ó atenúan su originalidad, empañados por la sugestión del medio. Los prejuicios más hondamente arraigados en el individuo subsisten y prosperan; las ideas nuevas, por ser adquisiciones personales de reciente formación, se marchitan. Para defender sus frondas más tiernas el genio busca aislamientos parciales en sus invernáculos propios. Si no quiere nivelarse demasiado, necesita de tiempo en tiempo mirarse por dentro, sin que esta defensa de su originalidad equivalga á una misantropía. Lleva consigo las palpitaciones de una época ó de una generación, que son su finalidad y su fuerza: cuando se retira se encumbra. Desde su cima formula con firme claridad aquel sentimiento, doctrina ó esperanza que en todos se incuba sordamente. En él adquieren claridad meridiana los confusos rumores