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José Ingenieros

nente, asumiendo con exceso la responsabilidad de su destino. Nada le perdonan los enemigos del Ideal que él representa; todo le exigen los partidarios. El equilibrio del mediocre es exiguo comparado con el del genio; aquél soporta un trabajo igual á uno y éste lo emprende igual á mil. Para ello necesita una rara fineza y una absoluta precisión ejecutiva. Donde los otros se apunan, ellos trepan; cobran mayor pujanza cuando arrecian las borrascas: parecen águilas planeantes en su atmósfera natural.

La incomprensión de estos detalles ha hecho que en todo tiempo se atribuyeran taras psicopáticas á los hombres de genio, concretándose al fin la consabida hipótesis de su parentesco con la locura, tan cómoda para afrentar á cuantos se elevan sobre los comunes procesos del raciocinio rutinario y de la actividad doméstica. Pero se olvida que inadaptado no quiere decir alienado: no puede el genio consistir en adaptarse á la mediocridad.

El culto de la bestia sana redundaría en beneficio de los sujetos más insignificantes, si se aceptara la doctrina que los declara predestinados á la degeneración ó el manicomio. Es falso que el talento y el genio pueblen los asilos; si ha habido, por acaso, diez hombres excelentes, encontráronse á su lado un millón de mediocres y pobres diablos. Es evidente que los alienistas estudiarán la biografía de los diez é ignorarán la del millón. Y para enriquecer sus catálogos de genios enfermos incluirán en sus listas á hombres ingeniosos, cuan