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José Ingenieros

En todo lo perfectible cabe un romanticismo; su orientación varía con los tiempos y con las inclinaciones. Hay épocas en que más florece, como en el siglo de abastardamiento iniciado por la revolución francesa. Algunos románticos se creen providenciales y su imaginación se revela por un misticismo constructivo, como en Chateaubriand y Fourier, precedidos por Rousseau, que fué un Marx calvinista, y seguidos por Marx, que fué un Rousseau judío. En otros el lirismo tiende, como en Byron y Ruskin, á convertirse en religión estética. En Mazzini y Kossouth toma color político. Habla en tono profético y trascendente por boca de Lamartine y de Hugo. En Stendhal acosa con ironía los dogmatismos sociales y en Vigny los desdeña amargamente. Se duele en Musset y se desespera en Amiel. Fustiga á la mediocridad con Flaubert y Barbey d'Aurevilly. Y en otros conviértese en rebelión abierta contra todo lo que amengua y domestica al individuo, como en Emerson, Stirner, Guyau, Ibsen ó Nietzsche.

IV.—El idealismo experimental.

Las rebeldías románticas son embotadas por la experiencia: ella enfrena muchas nobles impetuosidades y da á los ideales mayor eficacia. Las lecciones de la realidad no matan al idealista: lo educan. Su afán de perfección tórnase más centrípeto y digno, busca los caminos propicios, aprende á