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El hombre mediocre

chispa que enciende el Ideal de una época. Eso es convertir en doctrina una superchería, dar visos de ciencia á falaces sofismas. Ni, por ésto, veremos en ellos simples productos del medio, olvidando sus singulares atributos. Ni lo uno ni lo otro. Si tal hombre nace en tal clima y llega en tal hora oportuna, su aptitud, apropiada á entrambos, se desenvuelve hasta la genialidad.

El genio es una fuerza que actúa en función del medio.

Probarlo es fácil.

Dos veces la muerte y la gloria se dieron la mano sobre un cadáver argentino. Fué la primera cuando Sarmiento se apagó en el horizonte de la cultura continental; fué la segunda al cegarse en Ameghino las fuentes más hondas de la ciencia americana. Pocas tumbas, como las suyas, han visto florecer y entrelazarse á un tiempo mismo el ciprés y el laurel, como si en el parpadeo crepuscular de sus organismos se hubieran encendido lámparas votivas consagradas á la glorificación eterna de su genio.

Merecen tal nombre; cumplieron una función social, realizando obra decisiva y fecunda. Nadie podrá pensar en la educación ni en la cultura de este continente, sin evocar el nombre de Sarmiento, su apóstol y sembrador: ni pudo mente alguna comparársele, entre los que le sucedieron en el gobierno y en la enseñanza. En el desarrollo de las doctrinas evolucionistas marcan un hito las concepciones de Ameghino; será imposible no ad