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El hombre mediocre

santos y los héroes. Para crear una partícula de Verdad, de Virtud ó de Belleza, requiérese un esfuerzo original y violento contra alguna rutina ó prejuicio, como para dar una lección de dignidad hay que desgoznar algún servilismo. Todo ideal es, instintivamente, extremoso; debe serlo á sabiendas, si es menester, pues pronto se rebaja al refractarse en la mediocridad de los más. Frente á los que mienten con viles objetivos, la exageración de los idealistas es una verdad apasionada. La pasión es su atributo necesario, aun cuando parezca desviar de la verdad; lleva á la hipérbole, al error mismo; á la mentira nunca. Ningún ideal es falso para quien lo profesa: es su verdad y él coopera á su advenimiento, con fe, con desinterés. El sabio busca la Verdad por buscarla y goza arrancando á la naturaleza secretos para él inútiles ó peligrosos. Y el artista busca también la suya, porque la Belleza es una verdad animada por la imaginación, más que por la experiencia. Y el filósofo la persigue en el Bien, que es una recta lealtad de la conducta para consigo mismo y para con los demás. Tener un ideal es servir á su propia Verdad. Siempre.

Algunos ideales se revelan como pasión combativa y otros como pertinaz obsesión; de igual manera distínguense dos tipos de idealistas, según predomine en ellos el corazón ó el cerebro. El idealismo sentimental es romántico: la imaginación no es inhibida por la crítica y los ideales viven de sentimiento. En el idealismo experimental