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José Ingenieros

debe ser verdad, si tal dijo quien se propuso defender los fueros y alegrías de la vejez.

Las canas son avaras y la avaricia es un árbol estéril: la humanidad perecería si tuviese que alimentarse de sus frutos. La moral burguesa del ahorro ha envilecido á generaciones y pueblos enteros; hay graves peligros en predicarla; esa pasión de coleccionar bienes que no se disfrutan se acrecienta con los años, al revés de las otras. El que es maniestrecho en la juventud llega hasta asesinar por dinero en la vejez. La avaricia seca el corazón, lo cierra á la fe, al amor, á la esperanza, al ideal. Si un avaro poseyera el sol, dejaría el universo á obscuras para evitar que su tesoro se gastase. Además de aferrarse á lo que tiene, el avaro se desespera por tener más, sin límite; es más miserable cuanto más tiene; para soterrar talegas que no disfruta, renuncia á la dignidad ó al bienestar; ese afán de perseguir lo que no gozará nunca constituye la más siniestra de las miserias.

La avaricia iguala á la envidia. Es la pústula moral de los corazones envejecidos.


II.—Etapas de la decadencia.

La personalidad individual se constituye por sobreposiciones sucesivas de la experiencia. Se ha señalado una «estratificación del carácter»; la palabra es exacta y merece conservarse para ulteriores desenvolvimientos.