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El hombre mediocre

No comulguemos con ruedas de molino; la premisa es falsa. Los que han visitado cien cárceles pueden asegurar que había en ellas cincuenta mil hombres de inteligencia mediocre ó inferior, junto á cinco ó veinte hombres de talento. No han visto á un solo hombre de genio.

Volvamos al sano concepto socrático, hermanando la virtud y el ingenio, aliados antes que adversarios. Una elevada inteligencia es siempre propicia al talento moral y éste es la condición misma de la virtud. Sólo hay una cosa más vasta, ejemplar, magnífica, el golpe de ala que eleva hacia lo desconocido hasta entonces, remontándonos hasta las cimas eternas de esta aristocracia moral: son los genios que enseñan virtudes no practicadas hasta la hora de sus profecías ó que practican las conocidas con intensidad extraordinaria. Si un hombre encarrila en absoluto su vida hacia un ideal, eludiendo ó contrastando todas las contingencias materiales que contra él conspiran, ese hombre se eleva sobre el nivel mismo de las más altas virtudes. Entra á la santidad.


V.—La santidad.

La santidad existe: los genios morales son los «santos» de la humanidad. La evolución de los sentimientos colectivos, representados por los conceptos de bien y de virtud, se opera por intermedio de hombres extraordinarios. En ellos se resu