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José Ingenieros

deshonesto, el normal y el inferior, el moral y el inmoral. Pero no es así. Los juicios de valor se transforman: el bien de hoy es el mal de ayer, el mal de hoy es el bien de mañana.

No es el hombre moralmente mediocre—el honesto—quien determina las transformaciones de la moral: él vive perfectamente adaptado á los dogmatismos corrientes en su medio.

Son los virtuosos y los santos, inconfundibles con él. Precursores, apóstoles, mártires, inventan formas superiores del bien, las enseñan, las predican, las imponen. Toda moral futura es un producto de esfuerzos individuales, obra de caracteres excelentes que conciben y practican perfecciones inaccesibles al hombre honesto. En eso consiste el talento moral, que forja la virtud, y el genio moral, que crea la santidad. Sin estos hombres originales no se concebiría la transformación de las costumbres; conservaríamos los sentimientos y acciones de los primitivos seres humanos. Toda evolución moral es un esfuerzo del talento virtuoso hacia la perfección futura; nunca inerte condescendencia de la mediocridad para con el pasado.

La evolución de las virtudes depende de todos los factores morales é intelectuales. El cerebro suele anticiparse al corazón; pero nuestros sentimientos influyen más intensamente que nuestras ideas en la formación de los criterios morales. El hecho es más notorio en las sociedades que en los individuos. Ha podido afirmar Sighele que, si re