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El hombre mediocre

impídeles fundirse con la masa amorfa y equilibrada que constituye «el rebaño de los que pasan en los siglos sin nombre y sin número.» Estos inadaptables son moralmente inferiores al hombre mediocre. Sus matices son variados: actúan en la sociedad como los insectos dañinos en la naturaleza.

El rebaño teme á estos violadores de su hipocresía. Los mediocres no les perdonan el impudor de su infamia y organizan contra ellos un complejo armazón defensivo de códigos, jueces y presidios. Á través de siglos y de siglos su esfuerzo ha sido ineficaz; constituyen una horda extranjera y hostil dentro de su propio terruño, audaz en la acechanza, embozada en el procedimiento, infatigable en la tramitación aleve de sus programas trágicos. Algunos confían su vanidad al filo de la cuchilla subrepticia, siempre alertas para blandirla con fulgurante presteza contra el corazón ó la espalda; otros deslizan furtivamente su ágil garra sobre el oro ó la gema que tientan su avidez con seducciones irresistibles; éstos violentan, como infantiles juguetes, los obstáculos con que la prudencia del mediocre custodia el tesoro acumulado en interminables etapas de ahorro y de sacrificio; aquéllos denigran vírgenes inocentes para lucrar, ofreciendo los encantos de su cuerpo venusto á la insaciable lujuria de sensuales y libertinos; muchos succionan la entraña de la miseria en inverosímiles aritméticas de usura, como tenias solitarias que nutren su inextinguible voracidad en los jugos