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El hombre mediocre

ésta. La hipótesis vuela; el hecho camina. Á veces el ala rumbea mal y el pie pisa siempre en firme; pero el vuelo puede rectificarse, mientras el paso no puede volar nunca. La imaginación es madre de toda originalidad; deformando lo real hacia su perfección ella crea los ideales y les da impulso con el ilusorio sentimiento de la libertad; el libre albedrío es un error útil para ejecutarlos. Por eso tiene, prácticamente, el valor de una realidad. Demostrar que es simple ilusión, debida á la ignorancia de causas innúmeras, no implica negar su eficacia. Las ilusiones tienen tanto valor como las verdades más exactas; pueden tener más que ellas, si son intensamente pensadas ó sentidas. El deseo de ser libre nace del conflicto entre dos móviles irreductibles: la tendencia á perseverar en el ser, implicada en la herencia, y la tendencia á aumentar el ser, implicada en la variación. La una es principio de estabilidad, la otra de progreso.

En todo ideal, sea cual fuere el orden á cuyo perfeccionamiento tienda, hay un principio de síntesis y de continuidad. Como impulsos se equivalen y se implican recíprocamente, aunque en algunos predomine el razonamiento y otros sean emocionales. La imaginación despoja á la realidad de todo lo malo y la adorna con todo lo bueno, depurando la experiencia, cristalizándola en los moldes de perfección que concibe más puros. Los ideales son, por ende, preconstrucciones imaginativas de la realidad que deviene.

Son siempre individuales. Un ideal colectivo es