Página:El hombre mediocre (1913).pdf/111

Esta página no ha sido corregida
109
El hombre mediocre

La virtud representa la aristocracia del corazón; la honestidad es democrática; el vicio es caótico. Por eso el talento moral está en la virtud, lo mediocre en la honestidad y lo inferior en el vicio.

El hombre honesto puede practicar acciones cuya indignidad sospecha, toda vez que á ello se sienta constreñido por la fuerza de los prejuicios, que son discordancias entre los hábitos adquiridos y las variaciones nuevas. Las acciones que ya son malas en el juicio original de los virtuosos, pueden seguir siendo buenas ante el colectivo de la grey. El hombre superior practica la virtud tal como la juzga, eludiendo los prejuicios que acoyundan á la multitud honesta; el mediocre sigue llamando bien á lo que ya ha dejado de serlo, por incapacidad de forjar el bien del porvenir. Sentir con el corazón de los demás equivale á pensar con cabeza ajena.

La virtud suele ser un gesto audaz, como todo lo original; la honestidad es un harapiento uniforme que se endosa resignadamente. El mediocre teme á la opinión pública con la misma obsecuencia con que el zascandil teme al infierno; nunca tiene la audacia de parecer vicioso, ni aun cuando la apariencia del vicio es condición intrínseca de una virtud no comprendida. Renuncia á ella por los sacrificios que implica.

Olvida que no hay perfección sin esfuerzo: sólo pueden mirar al sol de frente los que osan clavar su pupila sin temer la ceguera. Los corazones menguados no cosechan rosas en su huerto, por