Página:El hombre mediocre. Sexta edición (1926).pdf/90

Esta página no ha sido corregida
86
José Ingenieros

dría asomar desnuda su personalidad, sin el ropaje social de la mentira.

Es su anhelo simular las aptitudes y cualidades que consideran ventajosas para acrecentar la sombra que proyectan en su escenario. Así como los ingenios exiguos mimetizan el talento intelectual, embalumándose de refinados artilugios y defensas, los sujetos de moralidad indecisa parodian el talento moral, oropelando de virtud su honestidad insípida. Ignoran el veredicto del propio tribunal interior; persiguen el salvoconducto otorgado por los cómplices de sus prejuicios convencionales.

El hipócrita suele aventajarse de su virtud fingida, mucho más que el verdadero virtuoso. Pululan hombres respetados en fuerza de no descubrírseles bajo el disfraz; bastaría penetrar en la intimidad de sus sentimientos, un solo minuto, para advertir su doblez y trocar en desprecio la estimación. El psicólogo reconoce al hipócrita; rasgos hay que distinguen al virtuoso del simulador; pues mientras éste es un cómplice de los prejuicios que fermentan en su medio, aquél posee algún talento que le permite sobreponerse a ellos.

Todo apetito numulario despierta su acucia y le empuja a descubrirse. No retrocede ante las arterías, es fácil a los besamanos fementidos, sabe oliscar el deseo de los amos, se da al mejor oferente, prospera a fuerza de marañas.

Triunfa sobre los sinceros, toda vez que el éxito estriba en aptitudes viles: el hombre leal es con frecuencia su víctima.

Cada Sócrates encuentra su mélito y cada Cristo su Judas.

La hipocresía tiene matices. Si el mediocre moral se aviene a vegetar en la penumbra, no cae bajo el escalpelo del psicólogo: su vicio es un simple reflejo de mentiras que infestan la moral colectiva. Su culpa comienza cuando intenta agitarse dentro de su basta condición, pretendiendo igualarse a los virtuosos. Chapaleando en los muladares de la intriga su honestidad se mancilla y se encanalla en pasiones innoblemente desatadas. Tórnase capaz de todos los rencores. Supone simplemente honesto, como él, a todo santo o virtuoso; no descansa en amenguar sus méritos.

Intenta igualar abajo, no pudiendo hacerlo arriba, Persi-