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El hombre mediocre

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73 placer a la mediocracia que puede transformarlos en funcionarios; y son mediocres, lo mismo que los otros, con más la cataplasma de la modestia sobre las úlceras de su mediocridad. En ellos, como sentenció la Bruyére, "la falsa modestia es el último refinamiento de la vanidad". La mentira de Tartarín es ridícula; pero la de Tartufo es ignominiosa.

Adoran el sentido común, sin saber de seguro en qué consiste confúndenlo con el buen sentido, que es su antítesis, Dudan cuando los demás resuelven dudar y son eclécticos cuando los otros lo son: llaman eclecticismo al sistema de los que, no atreviéndose a tener ninguna opinión, se apropian de todas un poco y logran encender una vela en el altar de cada santo. Temerosos de pensar, como si fincase en ello el pecado mayor de los siete capitales, pierden la aptitud para todo juicio; por eso cuando un mediocre es juez, aunque comprenda que su deber es hacer justicia, se somete a la rutina y cumple el triste oficio de no hacerla nunca y enbrollarla con frecuencia.

El temor de comprometerse lleva a simpatizar con un precavido escepticismo. Bueno es desconfiar del hipócrita que elogia todo y del fracasado que todo lo encuentra detestable; pero es cien veces menos estimabie el hombre incapaz de un sí y de un no, el que vacila para admirar lo digno y execrar lo miserable. En el primer capítulo de los Caracteres parece referirse a ellos La Bruyére, en un párrafo copiado por Hello: "Pueden llegar a sentir la belleza de un manuscrito que se les lee, pero no osan declararse en su favor hasta que hayan visto su curso en el mundo y escuchado la opinón de los presuntos competentes; no arriesgan su voto, quieren ser llevados por la multitud. Entonces dicen que han sido los primeros en aprobar la obra y cacarean que el público es de su opinión". Temerosos de juzgar por sí mismos, se consideran obligados a dudar de los jóvenes; ella no les impide, después de su triunfo, decir que fueron sus descubridores. Entonces prodíganles juramentos de esclavitud que llaman palabras de estímulo:

son el homenaje de su pavor inconfesable. Su protección a