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El hombre mediocre

aristas que dan relieve a toda forma y cuyo mérito con siste en transfigurar vulgaridades mediante barrocos adje tivos. Si un ideal parpadea en las páginas, si la verdad hace crujir el pensamiento en las frases, los libros parécenles material de hoguera; cuando ellos pueden ser un punto luminoso en el porvenir o hacia la perfección, los rutinarios les desconfían.

La caja cerebral del hombre rutinario es un alhajero vacío. No pueden razonar por sí mismos, como si el seso les faltara. Una antigua leyenda cuenta que cuando el creador pobló el mundo de hombres comenzó por fabricar los cuerpos a guisa de maniquíes. Antes de lanzarlos a la circulación levantó sus calotas craneanas y llenó las cavidades con pastas divinas, amalgamando las aptitudes y cualidades del espíritu, buenas y malas. Fuera imprevisión al calcular las cantidades, desaliento al ver los primeros ejemplares de su obra maestra, quedaron muchos sin mezcla y fueron enviados al mundo sin nada dentro. Tal legendario origen explicaría la existencia de hombres cuya cabeza tiene una significación puramente ornamental.

Viven de una vida que no es vivir. Crecen y mueren como las plantas. No necesitan ser curiosos ni observadores.

Son prudentes, por definición, de una prudencia desesperante; si uno de ellos pasara junto al campanario inclinado de Pisa se alejaría de él, temiendo ser aplastado. El hombre original, imprudente, se detiene a contemplarlo; un genio va más lejos: trepa al campanario, observa, medita, ensaya, hasta descubrir las leyes más altas de la física.

Galileo.

Si la humanidad hubiera contado solamente con los rutinarios nuestros conocimientos no excederían de los que tuvo el ancestral hominidio. La cultura es el fruto de la curiosidad, de esa inquietud misteriosa que invita a mirar el fondo de todos los abismos. El ignorante no es curioso; nunca interroga a la naturaleza. Observa Ardigó que las personas vulgares pasan la vida entera viendo la luna en su sitio, arriba, sin preguntarse por qué está siempre allí, sin caerse: más bien creerán que el preguntárselo no es