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José Ingenieros

puede ser intensa y conservarse digna; dirigirse a la cumbre, sin encharcarse en lodazales tortuosos; encresparse de pasión, tempestuosamente, como el océano, sin que la vulgaridad enturbie las aguas cristalinas de la ola, sin que el rutilar de sus fuentes sea opacado por el limo.

En una meditación de viaje, oyendo silbar el viento entre las jarcias, la humanidad nos pareció como un velero que cruza el tiempo infinito, ignorando su punto de partida y su destino remoto. Sin velas sería estéril la pujanza del viento; sin viento de nada servirían las lonas más amplias.

La mediocridad es el complejo velamen de las sociedades, la resistencia que éstas oponen al viento para utilizar su pujanza; la energía que infla las velas, y arrastra el buque entero y lo conduce, y lo orienta, son los idealistas: siempre resistidos por aquélla. Así— resistiéndolos, como las velas al viento, —los rutinarios aprovechan el empuje de los crea dores. El progreso humano es la resultante de ese cont te perpetuo entre masas inertes y energías propulsoras.