Página:El hombre mediocre. Sexta edición (1926).pdf/61

Esta página no ha sido corregida
57
El hombre mediocre

+ KL HOMBRE MEDIOCRE

57 segundos interpretan mejor el pasado. La evolución de una sociedad, espoloneada por el afán de perfección y contenida por tradiciones difícilmente removibles, detendríase para siempre sin el uno y sufriría sobresaltos bruscos sin las otras.

VI . — PELIGROS SOCIALES DE LA MEDIOCRIDAD

La psicología de los hombres mediocres caracterízase por un rasgo común: la incapacidad de concebir una perfección, de formarse un ideal.

Son rutinarios, honestos y mansos; piensan con la cabeza de los demás, comparten la ajena hipocresía moral y ajustan su carácter a las domesticidades convencionales.

Están fuera de su órbita el ingenio, la virtud y la dignidad, privilegios de los caracteres excelentes; sufren de ellos y los desdeñan. Son ciegos para las auroras; ignoran la quimera del artista, el ensueño del sabio y la pasión del apóstol. Condenados a vegetar, no sospechan que existe el infinito más allá de sus horizontes.

El horror de lo desconocido los ata a mil prejuicios, tornándoles timoratos e indecisos: nada aguijonea su curiosidad; carecen de iniciativa y miran siempre al pasado, como si tuvieran los ojos en la nuca.

Son incapaces de virtud; no la conciben o les exige demasiado esfuerzo. Ningún afán de santidad alborota la sangre en su corazón; a veces no delinquen por cobardía ante el remordimiento.

No vibran a las tensiones más altas de la energía; son fríos, aunque ignoren la serenidad: apáticos, sin ser previsores; acomodaticios siempre, nunca equilibrados. No saben estremecerse de escalofrío bajo una tierna caricia, ni avalancharse de indignación ante una ofensa.

No viven su vida para sí mismos, sino para el fantasma que proyectan en la opinión de sus similares. Carecen de linea; su personalidad se borra como un trazo de carbón bajo el esfumino, hasta desaparecer. Trocan su honor por una prebenda y echan llave á su dignidad por evitarse un peligro; renunciarían a vivir antes que gritar la verdad