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José Ingenieros

ensueño y la pasión. Para ellos un beso de tal mujer vale más que cien tesoros de Golconda.

Su elocuencia está en su corazón: disponen de esas "razones que la razón ignora", que decía Pascal. En ellas estriba el encanto irresistible de los Musset y los Byron; su estuosidad apasionada nos estremece, ahoga como si una garra apretara el cuello, sobresalta las venas, humedece los párpados, entrecorta el aliento. Sus heroínas y sus protagonistas pueblan los insomnios juveniles, somo si las describieran con una vara mágica entintada en el cáliz de una poetisa griega: Safo, por caso, la más lírica. Su estilo es de luz y de color, siempre encendido, ardiente a veces. Escriben como hablan los temperamentos apasionados, con esa elocuencia de las voces enronquecidas por un deseo o por un exceso, esa "voce calda" que enloquece a las mujeres finas y hace un Don Juan de cada amador romántico. Son ellos los aristócratas del amor, con ellos sueñan todas las Julietas e Isoldas. En vano se confabulan en su contra las embozadas hipocresías mundanas; los espíritus zafios desearían inventar una balanza para pesar la utilidad inmediata de sus inclinaciones. Como no la poseen, renuncian a seguirlas.

El hombre incapaz de alentar nobles pasiones esquiva el amor como si fuera un abismo: ignora que él acrisola todas las virtudes y es el más eficaz de los moralistas. Vive y muere sin haber aprendido a amar: Caricatura a este sentimiento guiándose por las sugestiones de sórdidas conveniencias. Los demás le eligen primero las queridas y le imponen después la esposa. Poco le importa la fidelidad de las primeras, mientras le sirvan de adorno; nunca exige inteligencia en la otra, si es un escalón en su mundo.

Su amor se incuba en la tibieza del criterio ajeno. Musset le parece poco serio y encuentra infernal a Byron; habría quemado a Jorge Sand y la misma Teresa de Ávila resúltale un poco exagerada. Se persigna si alguien sospecha que Cristo pudo amar a la pecadora de Magdala. Cree firmemente que Werther, Jocelyn, Mimí, Rolla Manón son símbolos del mal, creados por la imaginación de artistas enfermos. Aborrece la pasión honda y sentida; detesta los