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El hombre mediocre

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17 tulistas, que desearían oponerlo al "materialismo", llamando así, despectiamente, a todas las demás; ese equívoco, an explotado por los enemigos de las Ciencias — temidas justamente como hontanares de Verdad y de Libertad—se duplica al sugerir que la materia es la antítesis de la idea, después de confundir al ideal con la idea y a ésta con el eespíritu, como entidad trascendente y ajena al mundo real. Se trata, visiblemente, de un juego de palabras, secularmente repetido por sus beneficiarios, que transportan a las doctrinas filosóficas el sentido que tienen los vocablos idealismo y materialismo en el orden moral. El anhelo de perfección en el conocimiento de la Verdad puede animar con igual ímpetu al filósofo monista y al dualista, al teólogo y al ateo, al estoico y al pragmatista. El particular ideal de cada uno concurre al ritmo total de la perfección posible, antes que obstar al esfuerzo similar de los demás.

Y es más estrecha, aún, la tendencia a confundir el idealismo, que se refiere a los ideales, con las tendencias metafísicas que así se denominan porque consideran a las "ideas" más reales que la realidad misma, o presuponen que ellas son la realidad única, forjada por nuestra mente, como en el sistema hegeliano. "Ideólogos" no puede ser sinónimo de "idealistas", aunque el mal uso induzca a creerlo.

Ni podríamos restringirlo al pretendido idealismo de ciertas escuelas estéticas, porque todas las maneras del naturalismo y del realismo pueden constituir un ideal de arte, cuando sus sacerdotes son Miguel Angel, Ticiano, Flaubert o Wagner; el esfuerzo imaginativo de los que persiguen una ideal armonía de ritmos, de colores, de líneas o de sonidos, se equivale, siempre que su obra trasparente un modo de belleza o una original personalidad.

. No le confundiremos, en fin, con cierto idealismo éticu que tiende a monopolizar el culto de la perfección en favor de alguno de los fanatismos religiosos predominantes en cada época, pues sobre no existir un único e inevitable Bien ideal, difícilmente cabría en los catecismos para menobtusas. El esfuerzo individual hacia la virtud puede ser magníficamente concebido y realizado por el peripaté-