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naturaleza, y aún la existencia, de tales elementos de la vida natural, y nadie podía decir de sus causas ni de sus efectos. Se exageraba en aquel papel la autosugestión; se suponía que, siendo el hombre microcosmos, tenía, por autarquía y autonomía de la vida universal-individual, un mundo aparte, individual, de leyes naturales, diferentes para cada cual. Así como Protágoras había dicho que «el hombre era la medida de todo» con relación al conocimiento, significando que la verdad para cada cual era diferente, allí se aseguraba que las enfermedades y los remedios en cada sér individual eran diferentes también. Después venían burlas sangrientas, sarcasmos feroces contra médicos, escuelas, hipótesis científicas, etc., todo en estilo nerviosísimo, entre paradojas é hipérboles, incongruencias, imágenes alambicadas y extravagantes.....

—No cabe duda,—pensó D. Narciso;—este hombre está loco; ¡quién lo había de decir! Aquí tengo el pensamiento secreto de mi médico: este papel se le ha caído de la cartera cuando la sacó para escribir la receta; este papel representa el íntimo pensar de mi médico..... y esto es obra de un loco ilustrado, de un doctor..... á quien se le han hecho los sesos caldo. ¡Dios mío..... y yo estoy en manos de este demente, á merced mi salud de los caprichos de una vesania!

Y siguió leyendo, y de repente dió un grito espantado. Porque había leído esto:

«El único médico bueno del mundo no es médico, es médica: la Casualidad.»